miércoles, 4 de diciembre de 2019

Filosofia de los viajes

Resumen.  La  filosofía se ha  servido muchas veces del viaje como  metáfora de una idea y en ese juego simbólico la  cuestión del retorno  ha sido algo insoslayable. Quizás la  primera metáfora  de estas características sea la alegoría  platónica  de  la  caverna.  En  ella,  el  viaje representa  el  movimiento ascendente  de la filosofía desde el fantasmagórico  mundo sensible hasta la contemplación de las ideas puras en  el mundo inteligible. Pero,  como  a menudo se  olvida, dicha travesía  no culmina en  este punto. Sócrates debe regresar perentoriamente  a las entrañas de la  caverna  y ello  supone  una  excursión  aún  más  peligrosa que la anterior. De este modo, Platón formula un problema decisivo para  el saber filosófico: el  dilema ético-político del retorno a la caverna, asunto  que interpela de un modo  o de  otro a  toda la  tradición del  pensamiento  occidental.  En  este contexto,  resulta posible  identificar la existencia de una  matriz  platónica, que entiende el viaje como un ascenso  teórico al  reino de  lo universal que culmina en el descenso y la imposición de la idea como  forma de  dar  orden  a un  territorio  hostil y  caótico;  y una  matriz  nietzscheana   que concibe  el  viaje como  una travesía  aciaga  y,  a  la  vez,  como  una  odisea  jovial  por  una superficie  lúdica y abismal  que supone la  disolución de todo aquello que pueda llamarse ascenso   o descenso. En  este último sentido,  se  explora la posibilidad de una filosofía sin retorno, es  decir, de un  pensamiento que en el  viaje se entrega  a una  otredad irremediablemente inabarcable. 

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